miércoles, septiembre 28, 2005

Noche oscura del alma…..Juan de la Cruz (1542-1591)

En una noche oscura
Con ansias en amores inflamada,
¡Oh dichosa ventura!,
Salí sin ser notada,
Estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura
Por la secreta escala, disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
A oscuras en celada,
Estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
En secreto, que nadie me veía,
Ni yo miraba cosa,
Sin otra luz ni guía,
Sino la que en el corazón ardía.

A cuesta me guiaba
Más cierto que la luz de mediodía,
Adonde me esperaba
Quien yo bien me sabía,
En parte donde nadie parecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche, que juntaste
Amado con amada,
Amada en el Amado transformada!

En mi peche florido,
Que entero para él solo se guardaba,
Allí quedó dormido,
Y yo le regalaba,
Y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
Cuando ya sus cabellos esparcía,
Con su mano serena,
En mi cuello hería
Y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme.
El rostro recliné sobre el amado,
Cesó todo, y dejéme,
Dejando mi cuidado
Entre las azucenas olvidado.

Toda su doctrina gira en torno al símbolo de la «noche oscura», imagen que ya era usada en la literatura mística, pero a la que él dio una forma nueva y original. La noche, al borrar los límites de las cosas, le sugiere, en efecto, lo eterno, y de esa manera pasa a simbolizar la negación activa del alma a lo sensible, el absoluto vacío espiritual. Noche oscura llama también san Juan a las «terribles pruebas que Dios envía al hombre para purificarlo»; ateniéndose a este último significado, habla de una noche del sentido y de una noche del espíritu, situadas, respectivamente, al fin de la vía purgativa y de la iluminativa, tras las cuales vendría la vía unitiva, aspiración última del alma atormentada por la distancia que la separa de Dios, y realización de su deseo de fusión total con Él. Antes de acceder a la experiencia mística de unión con Dios, el alma experimenta una desoladora sensación de soledad y abandono, acompañada de terribles tentaciones que, si consigue vencer, dejan paso a una nueva luz, pues «Dios no deja vacío sin llenar».

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